Hace treinta años era un hombre sin futuro, Ahora, la gloria ha pasado y Rocky Balboa, el que una vez fuera el Potro italiano, pasa sus tardes contando historias a los clientes de su restaurante, Adrians, llamado así en memoria de su mujer, por la quien silenciosamente sigue llorando. Su hijo, no quiere perder el tiempo con él; está demasiado ocupado en tratar de vivir su propia vida. La vida y los golpes han hecho humilde a Rocky, han deformado sus puños, han encorvado sus hombros y se han llevado todo lo que le quedaba, excepto sus viejas historias, pero en su corazón sigue siendo el mismo hombre.
La película no puede ser más sincera, toda la primera mitad es un reflejo de la vida de Balboa una vez se ha retirado, aún sigue siendo recordado y la mayoría de los clientes de su restaurante van para escuchar sus historias, en cierta manera es una vuelta a los orígenes, la primera parte seguía la carrera de un hombre con ganas de triunfar, con una gran confianza, coraje y fuerza de voluntad, aquí recordamos todo eso, atrás quedaron los combates continuos, y entramos en una historia mucho más intimista.
La segunda mitad es entrenamiento-combate, si bien en los primeros minutos jugaba con la nostalgia del espectador, esta parte ya es colosal con continuos guiños, la preparación al combate con el perro, en localizaciones ya conocidas, y con el tema de Bill Conti sonado es pura delicia, en esta ocasión hay un único combate que ocupa los últimos 18 minutos de la película, muy bien rodado, y con montaje genial.
Lo dicho, Stallone ha logrado cerrar la saga con la cabeza bien alta, haciendo olvidar la tan odiada quinta parte, ha logrado un entretenimiento tanto para el fan más acérrimo como para el espectador ocasional.
Nota 6.5
Pos eso