Capítulo primeroEl “Fin de la aventura/romance” es una de mis novelas favoritas, coger el ejemplar de la estantería y hojearlo supone encontrarse en su interior con numerosos papeles marcando las páginas, y a uno de los libros a los que más acudo cuando quiero simplemente leer algunas palabras.
Una historia no tiene comienzo ni fin: arbitrariamente uno elige el momento de la experiencia desde el cual mira hacia atrás o hacia delante. Digo “Uno elige” con el orgullo inexacto del escritor profesional que –cuando ha alcanzado alguna notoriedad digna de tenerse en cuenta- fue elogiado por su destreza técnica; pero, en realidad, ¿elijo yo por mi propio arbitrio aquella oscura y húmeda noche de enero de 1946, en el jardín comunitario, la figura de Henry Miles, sesgada a través del ancho río de lluvia, o son estas imágenes las que me eligen a mí?. Conviene sin duda, según las reglas del oficio, comenzar justo en este momento, pero de haber creído entonces en algún Dios, podría haber creído también en una mano tomándome bruscamente del codo y en una voz sugiriéndome: “Háblale; no te ha visto”.
¿Por qué, en otro caso, iba yo a haberle hablado? Si no fuera el odio una palabra demasiado vasta para usarla en relación con un ser humano, yo odiaba a Henry, como también odiaba a Sarah, su mujer. Y supongo que él, a su vez, no tardó en odiarme después de lo que pasó aquella noche; como seguramente debió a odiar en ocasiones a su mujer y a aquel otro en cuya existencia teníamos entonces la suerte de no creer ni él ni yo. Ésta es, pues, una historia mucho más de odio que de amor, y si digo en ella algo a favor de Henry o de Sarah puede prestársele crédito: escribo contra mi parcialidad, porque forma parte de mi orgullo profesional el preferir la semiverdad incluso a la expresión de mi semiodio.
La segunda guerra mundial ha terminado, Maurice se encuentra sentado bajo la lluvia a Henry, un viajo amigo intimo al que hace años que no ve, tras entablar conversación con él, este le confiesa que teme que su mujer Sarah está teniendo una aventura. Maurice que fue abandonado por Sarah durante la guerra sin ninguna explicación, obsesionado con la idea de que Sarah tenga un nuevo amante mejor que lo que él lo fue de antaño, Maurice propone a Henry ir en su lugar a contratar un detective, para averiguar la verdad de todo el asunto. El triangulo amoroso Henry-Sarah-Maurice va a servir de eje para contar la historia del presente, desterrando los recuerdos del pasado.
Esta novela junto a “El tercer hombre”, “El americano tranquilo” o “Nuestro hombre en la Habana” está considerada como una de las mejores novelas de su escritor, y posiblemente la mejor. Además está escrita con un carácter autobiográfico, el personaje de Maurice está basado en sus propias vivencias de Greene durante la guerra.
La obra engancha desde un primer momento, escriba con una prosa preciosa e intimista, el relato de odio llega a sobrecoger, Graham maestro del suspense en capaz de dejarnos en vilo durante gran parte de la obra, para después emocionarnos con las revelaciones del abandono. El manejo de los continuos flashbacks en algo realmente increíble, el dominio de los mismos hacen avanzar la historia en paralelo, narrando una trama en dos momentos de tiempo distintos.
El humor también está presente en la obra de forma muy sutil de la mano de Parkis, el detective que junto a su hijo pequeño intenta indagar para conseguir pruebas de la posible infidelidad. El final los personajes habrán cambiado, sus vidas ya nunca serán lo mismo, y el lector se sentirá realmente emocionado.
- Amor mío, amor mío, ¿acaso la gente no sigue queriendo a Dios toda su vida, a pesar de no verlo?
- Esa no es nuestra clase amor.
- A veces creo que no hay otra
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