sábado, 21 de abril de 2007

"Cyrano de Bergerac" de Edmond Rostand versión de John Strasberg

Ayer fue un día movido que culminó con “Cyrano de Bergerac”, si debéis conocer un poco mi amor por el teatro clásico, así que estaba claro que iba a intentar ver esta obra.

Cyrano está enamorado de su prima Rosana, pero esta está enamorada de Cristian, un soldado que está al servicio de Cyrano, Cristian tiene un problema con las mujeres, cuando está con ellas es incapaz de pronunciar más de tres palabras seguidas, por lo que acude a Cyrano para que le eche una mano en su afán por conquistar a Rosana. Este triangulo amoroso está adornado por otras tramas que pondrán en peligro a nuestros personajes, haciendo de esta obra un perfecto ejemplo del teatro de capa y espada, con toques de comedia, un trasfondo romántico y una puesta en escena dramática.

La representación tienes unos toques modernos en cuando a la estructura del escenario y su uso, como suele ser ya tradición en este tipo de teatro, este es bastante minimalista y funcional, el decorado en sí está formado por unas vigas que hacen las veces de escenario, exteriores e interiores, y conforme avanza la obra va creciendo en tamaño al ir eliminando cuan cebolla las distintas capas de las que consta el decorado. Dejando a la imaginación del espectador casi todo el montaje.

Cabe destacar el uso del verso y sus rimas, se nota que estas han sido perfectamente seleccionadas para respetar la obra hasta el último detalle y al mismo tiempo conseguir un lenguaje ágil y fluido, permitiendo al espectador captar toda la riqueza de la obra. Excelente es a la vez la dicción de los actores, que logran que el ritmo nunca decaiga, las replicas están perfectamente medidas, las discusiones entre los personajes son realmente deliciosas, se entrecruzan con verdadera afinidad otorgándole una impronta de lo más natural. Factor que mal realizado destroza las obras de este estilo, con esa falsa realidad.

De los actores hay que destacar a José Pedro Carrión en su papel del caballero Cyrano, con la medida justa para hacer burla o conquistar con sus palabras de amor, cuando susurra uno desea ser Rosana, y cuando ataca uno siente compasión por su victima que tan poco tiene que hacer junto a él. Lucía Quintana logra una Rosana intrépida, con una viveza pasmosa, que combina perfectamente con un aire cándido, el resto del reparto también está a la altura.
El vestuario también es una maravilla, realmente muy logrado, bastante funcional y elegante a la vez, todo un acierto.

Una obra realmente recomendable, si tenéis oportunidad no deberíais perdérosla.

Pos eso

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